Reconciliar lo irreconciliable lleva a callejones sin salida

1. Que los vientres de alquiler sean equiparables o no al trabajo sexual es lo de menos, porque el único argumento definitivo, la clave definitiva es que a diferencia de la prostitución, no hay un mercado: “Más allá de las consideraciones de lo que sería ideal […], el trabajo sexual ya existe. No solo existe, sino que además es imposible de impedir sin empeorar las condiciones de vida de las mujeres que ejercen la prostitución”. O lo que es lo mismo, como el mercado del sexo existe, hay que rendirse a él, con todo lo que implica (no entraré ni desarrollaré aquello de que el cuerpo no se tiene, sino que somos cuerpo, por aquello de no desviar el debate ). Pero, “el alquiler de vientres es una actividad que en nuestro país solo puede darse después de la regulación”, y como todavía no existe un mercado en el Reino de España todavía “tenemos un poco de margen”, podemos “decidir”, dice el texto. La cuestión es que ya está regulado: están prohibidos. No es que “sea difícil”, como está prohibido lo difícil es conseguir que quienes van al extranjero puedan registrar como propios los niños nacidos del turismo reproductivo.

2. ¿Existe un problema de acceso a la reproducción? Hablemos de ello. Hablemos de salarios, jornadas, pobreza y paro estructural que conducen a la renuncia a la maternidad. Hablemos de pobreza infantil. Hablemos de turismo reproductivo, tráfico de niños, clasismo y misoginia. Hablemos de acogida, de adopción y de derechos de las criaturas. Hablemos de por qué hay que garantizar a nadie el derecho a la transmisión de genes, que es de lo que se trata, en definitiva.

4. Que no nos impongan el ‘frame’. La gestación altruista ha aparecido como propuesta reactiva en un contexto de ofensiva fundamentalista, agresiva y misógina que pretendía practicar una política de hechos consumados -no hay más que ver los comentarios del artículo-. Es una cesión táctica que, al plantearse y aceptarse, ha alimentado argumentarios pro-vientres de alquiler y que nos coloca, como feministas, en el terreno de quien inicia la campaña, nos hace olvidar lo expuesto en 3) y por lo tanto no puede ser aceptada como una “tercera vía” en positivo para el conjunto de las mujeres. De hecho tampoco lo es para quienes abren el debate: desde un principio las asociaciones pro-vientres de alquiler e incluso la concreción de la propuesta de C’s lo han dejado bien claro.

5. Solo es posible reconciliar la lógica del mercado (que es la que ha introducido el debate de los vientres de alquiler, no lo olvidemos nunca, no es una urgencia social y menos aun planteada en estos términos) con una presunta lógica emancipatoria si damos por perdida la batalla de antemano y se hace una grosera operación quirúrgica sobre la realidad a la que interpelamos: obviar los vectores políticos, históricos y sociales e internacionales del fenómeno; ignorar la potente industria que se beneficiará de ello, siendo el Estado español un lugar puntero en cuanto a sanidad y técnicas reproductivas; invisibilizar selectivamente los segmentos de población que no nos interesan, acerca de quién constituye la oferta y la demanda.

6. No nos confundamos. El debate de los vientres de alquiler no ha llegado a nuestras pantallas por la posibilidad biotecnológica (un embarazo es un embarazo sea o no el óvulo tuyo) o por una inquietud epifenoménica. Quien lo ha puesto en la revistas de papel couché y hasta en la sopa ha sido la débil correlación de fuerzas entre la patronal de la reproducción asistida y clientes vs la capacidad reproductiva de las mujeres de clase trabajadora para evitar que de nuevo, nuestro cuerpo, sea un campo de batalla. Aceptar premisas mercantiles como unidad de medida del “empoderamiento” ha envalentonado a quienes quieren más mercado y quienes cabalgan sobre discursos de acción colectiva para legitimar acciones y deseos individuales, sin tener en cuenta qué efecto tiene sobre el resto de las mujeres (las mismas que han levantado ese discurso de acción colectiva). No, no es legítimo gobernar sobre el embarazo de ninguna mujer, el vínculo familiar (evocado en la versión “altruista”) no ha garantizado nunca nada a las mujeres respecto a su soberanía sexual, vital o reproductiva.

PD. Defender una postura firme contraria a la entrada de ningún tipo de regulación, posible mercantilización, e injerencias de terceros (se vistan de altruistas o de mercenarios) en el cuerpo de las mujeres no es un ejercicio que brinde amistades. Ir a la raíz de las cosas es lo que nos permite avanzar, no contemporizar antes de tiempo. Si ser reticente a los vientres de alquiler nos hace entrar en contradicción respecto al argumentario base del regulacionismo de la prostitución es porque hay una contradicción evidente, que no surge de la preexistencia o no de un mercado (pujante a nivel internacional), sino que brota de la contradicción del capitalismo patriarcal vs vida. Quizá nos tengamos que replantear de base los dogmas que hemos aceptados como “hechos indiscutibles” en el debate de la prostitución. No es un tema caprichoso ni baldío: lo que hay en juego no un debate ético o nuestra coherencia personal: es una trinchera incuestionable para el feminismo anticapitalista. Fuera el dinero, los rosarios y los ‘altruismos’ inducidos sobre nuestros ovarios y úteros. Seamos valientes, repensemos todo.

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